Recuperemos la biología, como ciencia que estudia la vida.

La naturaleza, la única capaz de aliviar las inevitables penas de la vida. Jean Baptiste Lamarck (1744 - 1829).

Almudena Zaragoza Bióloga N.Col 19086M.

En el presente escrito, se detalla la finalidad de la creación de esta plataforma y los principios frente a los que se pone en funcionamiento.

En primer lugar, nacemos como una necesidad de dar cabida a un pensamiento libre y discrepante de la tónica general de los medios masivos de comunicación, ante la situación actual de presunta “crisis sanitaria”, desde la biología, la ciencia y el debate constructivo. Para ello, hacemos un llamamiento a todos nuestros colegas biólogos que no estén de acuerdo con la interpretación que se está haciendo de la información sobre los virus, utilizando la biología como arma para generar el pánico en las personas.

Somos conscientes de que nuestra profesión está altamente especializada y podemos encontrar biólogos que trabajen a nivel molecular y otros que lo hagan a nivel ecosistémico, incluso con paradigmas que afecten a todo el planeta. Por ello, esta plataforma hace hincapié en la capacidad de sumar, de no fomentar la competencia, ni menospreciar a colegas por pertenecer a campos diferentes dentro del ámbito de la ciencia que estudia la vida o tener opiniones divergentes, la finalidad será siempre enriquecernos.

Lo único en lo que debemos coincidir es en querer llegar juntos a la verdad y hacer de una de las profesiones más maravillosas del mundo, la ciencia que estudia los pormenores de la misma vida, una herramienta transparente y limpia que ayude a fomentar la creación de un mundo mejor para todos, que combata la mentira, la manipulación y el miedo.

 

El Pecado Nada Original del Covid-19

Insistimos en que nada nuevo significativo hay en este Nuevo Orden Mundial. Nihil Novum sub Sole. La culpa siempre fue la herramienta más poderosa para el control de la población. Los pioneros maestros de la ingeniería social usaron el sentimiento de culpa para el sometimiento humano desde el principio, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, siempre el Poder usando esa magnífica arma de dominio. Toda la doctrina judeocristiana muestra esa evidente obsesión por culpabilizar al hombre (y a la mujer, en especial a la mujer). Son palabras mayores; el Dios Yahvé no se corta un pelo: “Maldita sea la Tierra por tu causa.”, le dice al hombre después de desgraciar a la mujer en el versículo anterior (Génesis 3, 17). Algún inmenso poder hay en la Culpa, que todos la quieren controlar, es un látigo de proporciones bíblicas.

En los tiempos modernos, sustituyendo Teología por Psicología, los mismos poderosos le han dedicado a la Culpa la misma atención. La diferencia es que, si bien antes sólo disponían de un texto de alcance limitado y un púlpito, ahora manejan conglomerados de massmedia, computadores cuánticos y todo un entramado académico científico a su servicio. Desde programas de control mental individual basados en tortura y estrés postraumático, hasta behaviorismo metodológico aplicado a las masas con apoyo de Big Data y de análisis de datos de redes sociales, el núcleo del control social sigue siendo el mismo que en tiempos veterotestamentarios: la Culpa.

Ocurre que fue necesaria una pequeña adaptación. Quizás aquí la única novedad de este New World Order: la doctrina religiosa dejó de ser útil a la tiranía, y fue sustituida por la ciencia. Los obispos, rabinos e imanes, fueron sustituidos por doctores académicos. Antes teníamos a Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, ahora tenemos a Sigmund Freud y Gustave Le Bon. Antes teníamos a la Santa Inquisición, ahora tenemos a la ONU/OMS. Y esto nos lleva al momento presente, la pandemia de los cojones.

La dictadura actual ya no puede apoyarse en una doctrina religiosa, se tiene que apoyar en una doctrina cientificista. Cientificista, digo bien, porque no es científica. Y doctrina, digo bien, porque en última instancia quien sufre la dictadura solo puede relacionarse con ella desde la fe (o mejor dicho, desde la confianza en que la teoría “científica” sea cierta y no un camelo). Un ciudadano no sabe ni puede saber si quedarse en casa es bueno y necesario para él, o no. Tampoco si las mascarillas que está obligado a usar le protegen, o no. Tampoco puede saber a ciencia cierta si sacrificar su trabajo, su economía y su dignidad resulta conveniente para sí mismo. Como en la antigüedad, el Poder contempla dos opciones: a) o el ciudadano es un obediente cordero del rebaño de Dios por temor al fuego eterno del Infierno (ejemplo, quiero decir, al virus). b) o el ciudadano puede empezar a pensar por sí mismo y eso no mola. En este último caso hay que utilizar artillería pesada: La Culpa.

La Premisa de control de masas es clara y se puede expresar en una única frase lapidaria: “ESTÁS ENFERMO Y ERES EL CULPABLE DE TU ENFERMEDAD”. El efecto es doble: no sólo se aseguran nuestra obediencia, sino que garantizan la imposibilidad de nuestra cura. No es posible curarse si hay sentimiento de culpa. Lo saben: fisiológicamente es imposible mejorar cuando tu enfermedad es una culpa que sólo se expía con la muerte. La culpa tiene esa doble y potente función en esta dictadura que vivimos bajo pretexto sanitario. Saben que no van a poder detener a un padre de familia responsable con el miedo a la muerte por este o cualquier virus: el hombre va a seguir trabajando y cuidando de sus hijos. Pero también saben que para ese hombre, mucho peor que su propia muerte, es la culpa de la muerte de uno de sus hijos. Saben que una madre cariñosa y normal no va a consentir que le pongan una mascarilla a su niño durante horas, a no ser que le carguen con la culpa del contagio y la muerte de sus abuelos. Por eso, tras la fase previa del Miedo, ahora se está desarrollando la campaña de la Culpa. Lo verán y escucharán en todos los medios: culpabilizar a adolescentes por divertirse, a viajeros por viajar, a fumadores por fumar, a amantes por amar, a niños por jugar, a vecinos por subir en el ascensor, a las abuelas por besar, a los alérgicos por toser… todo ser humano es culpable por vivir. Se trata de una adaptación cientificista de la doctrina teológica del Pecado Original: el Árbol de la Ciencia dejó de ser árbol, aunque la serpiente por ahí ande, organizando la ciencia con bata blanca.

Y es que está todo inventado, insisto. En el pasado, las epidemias eran castigos divinos por nuestras faltas pecaminosas; ahora las epidemias son castigos sanitarios por nuestras faltas de disciplina social. En la Edad Media, la peste milenarista nos amenazaba, “¡Arrepentíos! Obedeced a Dios”; en este bi-milenarismo tardío usan el “Quédate en Casa. Obedece a la OMS”. Antes decían que los sodomitas traían la enfermedad, la sífilis y el SIDA a la ciudad; ahora los sodomitas gobiernan y nos obligan a quedarnos quietos como estatuas de sal. Antes, la enfermedad mortal estaba más que merecida para los pecadores que no seguían los preceptos; ahora la enfermedad mortal está aún más merecida entre los que comparten un plato de aceitunas u osan besar a su novia en público. Antaño, los que buscaban cura en las plantas y remedios naturales eran perseguidos como “herejes”; Ahora los que buscamos cura en las plantas y remedios naturales somos perseguidos como negacioncitas, terroristas, irresponsables, asesinos… ¿qué no se nos habrá llamado?

Antes, el Poder usaba la Culpa para controlar las masas y dirigirlas; ahora también. Antes, los hombres libres no nos dejamos; y ahora tampoco.

Fuentes: La Psychologie des foules, Gustave Le Bon Psicología de las masas y análisis del yo, Sigmund Freud